Aunque conocido por las civilizaciones babilónicas, el nitro no aparece en los textos griegos y romanos, ni tampoco en los latinos medievales anteriores al siglo XIII. La principal fuente para su obtención fueron las "tierras nitrosas" que se recogían en establos, corrales y mataderos. A través de un complejo proceso de lixiviación podían lograrse los cristales incoloros y traslúcidos de lo que en la nueva nomenclatura se tradujo como nitrato de potasa.